Introducción
Cuando pensamos en la escuela, muchas veces la imaginamos como un lugar donde se aprende, se hacen amigos y se construye futuro. Sin embargo, la realidad que viven muchos estudiantes dominicanos está muy lejos de esa imagen ideal. En nuestras aulas, a diario se viven tensiones, malentendidos, peleas, silencios incómodos y situaciones que muchas veces pasamos por alto, pero que dejan huellas profundas. Hablo de los conflictos escolares.
Como futura psicóloga escolar, me he detenido a pensar mucho en este tema. No solo desde la teoría que aprendemos en clase, sino también desde lo que escuchamos, compartimos y vivimos en la práctica. Este artículo es una invitación a mirar de frente esa parte menos visible de la escuela, que muchas veces duele, pero que también puede transformarse si aprendemos a escucharla.
¿Qué hay detrás de un conflicto?
Un conflicto no es más que un choque de ideas, necesidades o emociones que no han encontrado una vía sana de expresión. En la escuela, estos choques pueden darse entre compañeros, entre estudiantes y maestros, o incluso entre la familia y el personal educativo. En la mayoría de los casos, no son “problemas” en sí mismos, sino señales de algo más profundo: la necesidad de ser escuchado, de sentirse comprendido o de defender algo que se percibe como justo.
Aquí en República Dominicana, esos conflictos tienen rostros y nombres. A veces es el niño que llega molesto porque en su casa hay dificultades económicas, y reacciona con rabia ante cualquier corrección. O la joven que sufre burlas constantes por su apariencia, y prefiere quedarse callada aunque por dentro esté rota. También está el maestro que, cansado por las exigencias del sistema, responde con dureza cuando lo que realmente necesita es apoyo.
Lo que he aprendido es que los conflictos, cuando no se atienden, se acumulan como piedras en la mochila emocional de cada persona. Y con el tiempo, esa carga afecta todo: el rendimiento académico, la motivación, la autoestima, y el deseo de estar en la escuela.
Factores que alimentan los conflictos en nuestras escuelas
Nuestras aulas dominicanas reflejan muchas realidades sociales. No se puede hablar de conflictos escolares sin mencionar la desigualdad, la violencia intrafamiliar, la falta de recursos, o incluso el poco acceso a servicios de salud mental. Todo eso se cuela en las aulas, aunque no esté en los libros de texto.
También he notado, conversando con compañeros y profesores, que muchas veces no sabemos cómo manejar los conflictos. No nos enseñaron a hablar desde el respeto, a poner límites sin agredir, o a pedir ayuda sin sentir vergüenza. En lugar de eso, repetimos patrones autoritarios o evitamos el problema, como si ignorarlo hiciera que desapareciera.
Y por supuesto, está el gran reto de la falta de personal especializado. Aunque el Ministerio de Educación ha hecho esfuerzos, todavía hay muchas escuelas donde no hay psicólogos ni orientadores disponibles para acompañar estos procesos. Eso hace que muchas veces se reaccione desde la improvisación, cuando lo que se necesita es una atención más humana y profesional.
Cuando el conflicto afecta el aprendizaje
Muchas veces se nos olvida que para aprender, primero hay que sentirse seguro. Si un estudiante tiene miedo de ser ridiculizado, si siente que nadie lo escucha, o si vive en un ambiente de constante tensión, su mente no estará abierta al aprendizaje.
Esto no es solo una opinión personal: lo hemos discutido en clase, y también lo muestran los estudios. Un mal clima escolar puede bajar el rendimiento, aumentar la deserción y dañar la relación entre docentes y estudiantes. Y lo más triste es que esto se vuelve una cadena: el conflicto genera malestar, y el malestar genera más conflicto.
¿Y ahora qué? El papel de cada uno
Lo que más me ha gustado de esta carrera es entender que no estamos solos. La convivencia escolar es responsabilidad de todos los actores que forman parte de la escuela. Cada uno puede hacer algo, por pequeño que sea.
Los equipos directivos pueden crear espacios de diálogo y establecer normas claras que promuevan el respeto y la empatía.
Los maestros, más allá de enseñar contenidos, son modelos de convivencia. Su manera de manejar los desacuerdos enseña más que mil palabras.
Las familias tienen un rol crucial. Educar en casa para la paz, escuchar a los hijos sin juzgar, y colaborar con la escuela, marca una diferencia enorme.
Los estudiantes también pueden ser parte de la solución. Con apoyo, pueden convertirse en mediadores y promotores de un ambiente más sano.
Y por supuesto, nosotros, como psicólogos escolares, tenemos una misión hermosa y desafiante: escuchar, orientar, mediar, pero sobre todo prevenir. No solo estamos para intervenir cuando ya hay un problema, sino para sembrar desde temprano las semillas de una mejor convivencia.
Pequeñas acciones que hacen grandes cambios
En las discusiones con mis compañeros y en lo aprendido durante el semestre, coincidimos en que la formación en habilidades socioemocionales debe ser prioridad. No se trata de hacer grandes inversiones, sino de empezar por lo esencial: enseñar a los niños y adolescentes a nombrar lo que sienten, a pedir ayuda, a ponerse en el lugar del otro.
La mediación escolar, los círculos de diálogo, las tutorías afectivas y los espacios de participación real son estrategias que pueden marcar la diferencia. Y algo que no debemos subestimar es el poder de la escucha. A veces, lo que más necesita un estudiante es que alguien lo mire a los ojos y le diga: “te entiendo, vamos a buscar una solución juntos”.
Un aliado inesperado: la inteligencia artificial
Puede sonar extraño, pero herramientas como la inteligencia artificial también pueden ayudarnos en este camino. Por ejemplo, en este artículo he usado ChatGPT para organizar ideas y complementar información, siempre cuidando que mi voz personal esté presente. No se trata de depender de la tecnología, sino de usarla con criterio, como una herramienta más en este proceso de acompañar y educar. (OpenAI, 2025)
•Cerrar con esperanza
Hablar de conflictos escolares puede parecer triste o agotador, pero yo lo veo como una oportunidad. La escuela puede ser un lugar donde aprendamos no solo matemáticas o lengua, sino también a vivir juntos. Donde cada niño, niña y adolescente se sienta visto, respetado y querido.
Como futura psicóloga escolar, sueño con estar presente en esos espacios. Con acompañar desde el amor, desde el conocimiento, y con la convicción de que toda situación difícil puede transformarse si hay voluntad, formación y sensibilidad.
Porque al final, lo que realmente educa no es solo lo que decimos, sino la manera en que tratamos a los demás. Y si queremos que la escuela deje de doler, tenemos que atrevernos a escuchar, a comprender… y a cambiar.
•Opinión personal desde mi punto de vista como psicóloga escolar:
Desde mi perspectiva como futura psicóloga escolar, este texto me conmueve y me reafirma en la vocación que he elegido. La escuela no solo es un espacio de aprendizaje académico, sino un lugar donde se moldean emociones, relaciones y proyectos de vida. Por eso, no podemos seguir viendo los conflictos como simples interrupciones del orden, sino como señales que nos invitan a mirar más allá del comportamiento y conectar con la historia emocional de cada estudiante.
Creo firmemente que la presencia de profesionales de la salud mental en las escuelas no debe ser vista como un lujo, sino como una necesidad urgente. Necesitamos escuchar más y juzgar menos; acompañar con empatía, pero también con herramientas sólidas que nos permitan intervenir de forma preventiva y transformadora. Porque cuando un niño o adolescente se siente comprendido, escuchado y valorado, es más fácil que desarrolle su potencial, supere sus heridas y encuentre sentido en el proceso educativo.
Como psicóloga escolar, quiero ser esa presencia que acoge, que guía y que siembra esperanza incluso en medio del conflicto. Porque sé que, con el apoyo adecuado, toda experiencia dolorosa puede convertirse en una oportunidad de crecimiento.
Conclusión:
El conflicto escolar, lejos de ser un simple obstáculo, representa una oportunidad para crecer, comprender y transformar. Este artículo nos invita a mirar con empatía la realidad de muchas escuelas en la República Dominicana, donde las tensiones diarias reflejan problemas más profundos, como la desigualdad, la falta de recursos y la ausencia de acompañamiento emocional. Sin embargo, también nos recuerda que cada actor de la comunidad educativa —directivos, docentes, familias, estudiantes y profesionales de la psicología— tiene un rol clave en la construcción de un entorno más humano, respetuoso y seguro. Con voluntad, formación y pequeñas acciones conscientes, es posible que la escuela deje de ser un lugar que duele, y se convierta en uno que acoge, escucha y educa para la vida.
Fuentes:
1. MINERD (Ministerio de Educación de la República Dominicana)
Documentos oficiales sobre convivencia escolar, normativas de orientación y psicología.
Web oficial: https://www.minerd.gob.do
Busca: “Normas de convivencia escolar”, “Protocolos de actuación ante conflictos escolares”.
2. UNICEF República Dominicana
Informes sobre bienestar estudiantil, violencia escolar y derechos de la niñez.
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